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La piel tiene memoria,

10 junio, 2011

Memoria en la piel

La piel tiene memoria, y no tengo duda. Y no, no os voy a echar una tremenda charla sobre los cuidados de la piel en verano (que podría, pero paso, no estoy aquí para eso). Así que seguid leyendo, amigos, que esto no va de aftersunes e hidrataciones.
No, no. Lo mío, hoy, es más poético.
La piel tiene memoria. Como tiene memoria el olfato, por eso, a veces, cuando al levantarme, una dulce brisa despierta en mi terraza el olor a jazmín, por unos segundos, un escalofrío se desliza en mis pies y trae, evocador, las esencias de otros paraísos, de las calles de Túnez.
La piel tiene memoria. Y la vista. Y algunas tardes, al ponerse el sol, aun con el cuerpo entregado a las rutinas y el alma rendida al asfalto, asaltan mi recuerdo los colores del sur, del tenue color rojo que el atardecer regala al mar.
La piel tiene memoria, como el sabor. Y algunos días, cuando el verano empieza a amenazar, placentero y cálido, y la sed busca consuelo, el chispeante primer trago de una jarra de cerveza regala a la garganta la dulce sensación de las vacaciones, de un aperitivo prolongado y protegido del sol.
La piel tiene memoria. Y el oído. Y algunos martes o jueves de junio, cuando el calendario pesa, implacable, y el corazón ansía viajar, el rumor sordo de la M-30 se empeña en recordar la insistencia de las olas. Y se despierta el deseo.
La piel tiene memoria. Y la piel es tacto. Y algunos días, todos, la piel recuerda la tibieza de otra, que en otro tiempo, quizá ya lejano, nos despertó. La piel tiene memoria y ansía las caricias de la orilla del mar, del agua golpeando con suavidad los tobillos, cada dedo de los pies. La piel tiene memoria y en sus recuerdos busca los brazos que nos abrazaron, los labios que nos besaron, la boca que un día nos habló. La piel tiene memoria. Y sueños, y en ellos reside que este verano, en el viaje que ya estáis preparando, el olfato, el gusto, el oído, la vista y el tacto alimenten el espíritu de una buena dosis de alegría e ilusión. Para que a la vuelta, la piel, y su memoria, os recuerden que viajar es un regalo para el espíritu. Y para la vida.